domingo, 12 de julio de 2009

Sonidos



Escribía la semana pasada los ruidos que contaminan nuestro entorno como eran las motos a escape libre y las terrazas de verano.
Hoy voy a escribir algo sobre sonidos agradables de mi ciudad.
Unos amigos míos que residen en la ciudad de aluvión que es la capital del reino se quejan de que Guadix es ruidoso, de que no se puede dormir. Entre los ruidos molestos para ellos se encuentran: las campanas, los pájaros piando al amanecer, las vecinas barriendo la puerta, el repartidor del pan. ¿Se dan ellos cuenta de la cantidad de ruidos que soportan en la gran ciudad? ¿No es más agradable despertarse con el piar de los pájaros que con el ruido atronador de sirenas, martillos neumáticos, vehículos de todo tipo, etc? ¿Sabrán apreciar el canto del ruiseñor en los huertos cercanos? ¿Habrán escuchado alguna vez una lechuza en el campanario de una iglesia o convento? Seguro que lo han escuchado pero lo olvidaron a propósito cuando se fueron de aquí creyendo que lo foráneo era lo mejor, el progreso, el no va más. Aquí nos quedamos los paletos, los que no sabemos vivir la vida y disfrutar de las maravillas de la gran urbe ¡como si allí todo fuera jauja y ataran los perros con longaniza!
Ellos nunca sabrán apreciar la belleza del sonido de una campana al amanecer -mi padre dice que las campanas de la catedral de antes de la guerra sonaban más finas-, el parloteo de las vecinas al barrer la puerta y el rasgar de la escoba en el suelo de la calle mientras se cuentan las últimas noticias acaecidas en el barrio; la lluvia golpeando los cristales y haciendo quejarse a los árboles durante las noches de tormenta, en una palabra los sonidos naturales de una pequeña ciudad que tiene su encanto y en la que se vive muy bien aunque no tengamos tantas modernidades.
Ahora que estáis aquí abrid vuestros oídos y vuestros sentidos y descubriréis a Guadix a la ciudad donde nacisteis con sus luces y sus sombras.


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