sábado, 16 de febrero de 2013

Carta abierta

Continuamente estamos viendo u oyendo noticias relacionadas con la situación de la mujer en otras zonas del mundo: que si burka, sumisión al marido, padre o hermano mayor e incluso hermanos del marido en caso de quedarse viuda o tener que casarse con alguno de ellos, trato desigual o vejatorio, etc.

Por suerte la situación en España ha cambiado, pero los que tanto se rasgan las vestiduras y critican a los países donde domina una rama del Islam ultra conservadora, recordarles que hasta no hace mucho, pocas decenas de años, aquí en España, en Andalucía, en Guadix o en Polícar, la mujer estaba sometida al marido en todo. No podía disponer libremente de sus bienes aunque fueran heredados de sus padres o, en pocos casos con su trabajo fuera de casa. Tenía que tener autorización de un hombre de su familia, en el orden que he dicho más arriba, para hacer cualquier cosa relacionada con su propia vida. Hasta era casada a la fuerza en matrimonios de conveniencia. Yo los he conocido y sé como han acabado. Unos en separación de dormitorios, «excepto para cumplir la obligación conyugal con el marido», otros más públicos en separación y últimamente en divorcio.

Así que no nos rasguemos las vestiduras y seamos realistas. Las diversas religiones monoteístas otorgan a la mujer un papel secundario o casi de servidumbre hacia el hombre. No hay mujeres sacerdotes en la Iglesia Católica, por ejemplo. Pero si sirven para hacer los oficios que los hombres «no pueden hacer».

Diréis: «a qué viene esto», pues es una simple introducción para dar a conocer una carta abierta que una accitana, en los años veinte del siglo pasado dirige al director del periódico El Corregidor del que ya he hecho referencia en una entrada anterior.

El papel y la tinta son similares a otros documentos que poseo de esa fecha. Sospecho quién puede ser la autora, pero no tengo pruebas para reconocerle la autoría. Sí sé quién no es, cotejando otros documentos y que están firmados o la letra coincide con otros de autoría indiscutiblemente probada.

La carta pide claramente a los «reverendos varones» que dejen de meterse con las mujeres que quieren llevar la falda un poco más arriba de los tobillos y es que el integrismo católico era, y ¿es? intransigente con la mujer.

¿No actuábamos nosotros los "occidentales" en este tema igual que los integristas islámicos actuales? Entonces ¿a qué escandalizarnos? Miremos un poco hacia atrás, o más bien a nuestro alrededor y veremos casos muy parecidos, aunque sutilmente disimulados.

Tampoco estoy a favor del feminismo mal entendido o revanchista con el hombre (varón). Somos iguales, como iguales hemos de ser tratados y también debemos compartir muchas cosas y no pasar del ultramachismo al ultrafeminismo. En el punto medio está la virtud, porque nosotros, los varones de hoy, no somos culpables de lo que hicieron nuestros antecesores y por ello exigirnos que reparemos «el daño causado».
Aunque más arriba digo que somos iguales, sólo en derechos y deberes, por lo demás somos diferentes, anatómicamente y psicológicamente. Lo primero es evidente lo segundo está probado. En una palabra, somos complementarios y como tal debemos aceptarnos sin que exista la supremacía de uno sobre otro sexo.

Transcribo la carta y que cada cual piense lo que quiera, pues «para eso nacemos libres» aunque, aún, algún sector de la sociedad nos quiera hacer creer que ellos están en posesión de la verdad. Pero la verdad es la suma de la tuya, de la mía y de la de los demás, pues la misma cosa se ve de forma diferente dependiendo del ángulo de donde se mire. Os dejo con la carta, aunque confieso que hay trozos que no entiendo.

La línea séptima está corregida por otra persona. Transcribo las dos y algunas otras correcciones hechas por esa otra mano. Desconozco si fue publicada. No tengo a mi alcance más medios para comprobarlo.

Carta abierta

«Por favor os lo ruega, reverendos varones una chica accitana, si queréis de rodillas.

No pedidme más tela, no escribid más sermones y dejadme [que] sin trabas mostrar las pantorrillas.

Mi papá caballero modelado a la antigua, amante de lo añejo, del viejo polisón que luchó como héroe en la ………. [si conoce sus gustos, querrá que una estantigua] pasee de su bracero ¿brazo? esta coronación.

Ya que Dios nos lo ha dado me parece locura atentar a las obras del prepotente Ser, ocultando con trapos, lo que el hombre procura conocer ante todo, cuando ve a una mujer. Por qué señores míos, nos vuelven atrayentes causando gran revuelo e inmensa sensación el lucir unas piernas con medias transparentes de seda, o por lo menos de [bonito] modesto algodón.

Y si la moda manda (y es una moda amarga) que vuelvan como antaño las niñas tobilleras.

Por favor lo ruego, dejad la ropa larga hasta el funesto día, sigamos rodilleras. Callad vuestros sermones por favor os lo ruego.»

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