martes, 11 de agosto de 2009

Reflexiones sobre las tormentas en Guadix







La tormenta caída ayer sobre Guadix me mueve a hacer unas reflexiones sobre sus consecuencias.
En algunos pueblos y ciudades hay una marca en la que nos indica que hasta allí llegó el agua en las inundaciones de fecha tal.
Guadix no tiene esa marca, pero debería tenerla para que no se nos olvidaran algunas cosas muy importantes para nuestra supervivencia.
El límite más alto del agua del río en Guadix fue en la actual calle Pedro Antonio de Alarcón a principios del S. XX. Deberíamos recordarlo.
La Ciudad se encontraba, en pasado porque ya esos límites se han superado, delimitada por tres cauces fluviales. El Río Verde, y las ramblas de San Antón y del Patrón. Por el interior discurría el Almorejo y otro cauce sin nombre que es la calle Santiago, Mira de Amezcua y calle Ancha. Todas estas ramblas van a parar al río. Hay otra cuenca sin salida que es el Barrio Latino que desagua en la calle Santa María y por un sumidero entra a la red del alcantarillado. Ya produjo estragos en el palacio episcopal en la tormenta anterior.
Pues bien estas ramblas tienen su cauce limitado, embovedado y en algunos casos obstruido. La carretera Granada-Almería es un muro que impide la salida normal del agua hacia el río y esta tiene que buscar cauces alternativos como lo hace la que iba a las ramblas de San Antón y del Patrón.
La plaza de la Américas y la carretera de Murcia es otro dique de contención, éste del río, así, cuando lleva más agua de la que el puente puede dejar pasar, se embalsa e inunda toda la zona baja de Guadix, como ha ocurrido en numerosas ocasiones.
Cuando esto ocurra le echaremos la culpa a la Naturaleza pero nunca a nosotros por construir edificar y urbanizar “contra natura”.
Voy a poner algunos ejemplos:

El Almorejo, cegado, mal embovedado y a pesar de las obras que se están haciendo en la Huerta Milla si no se reabre su cauce desde la calle San Miguel volveremos a más de lo mismo. Asómense por la muralla y vean en que se ha convertido. El soterramiento y desvío de este cauce es de hace muchos años. Las aguas de Fuente Mejías y alrededores fueron desviadas hacia la confluencia de la carrera de las Cruces con la Cañada de los Perales. Si observamos el plano de Guadix veremos como todas las cañadas de los alrededores confluyen en la zona de los antiguos lavaderos. ¿Quién tapó y cercó la Huerta Milla evitando que esas aguas discurriesen normalmente por su cauce natural por medio de su finca?
La rambla del Patrón, también embovedada desde la calle Obispo Rincón recoge las aguas desde Albuñán y ha sido embovedada y estrechada justo donde menos lo necesita en su desembocadura. Ha quedado muy bonito el entorno, pero con una bomba de relojería dentro. A la altura de Puente Viejo recibía las aguas provenientes del Camino de los Forasteros, Rambla Pina, ¿tendrá ese nombre por gusto?, Pasillo, plazas de San Diego y de la Virgen. Ahora discurren por la calle Montoro y de ahí a la Puerta de San Torcuato
La rambla de San Antón, otro despropósito más. Se ha taponado su cauce, porque no me digan que los tubos que tiene al principio del embovedado, junto al cementerio, pueden absorber el agua que trae, así, ayer, la calle Diosa Isis volvió a ser lo que en otro tiempo fue: una rambla, pero desviada hacia las calles “de los pintores”, antes la Balsilla. En esta zona se encuentra el caño de San Antón, testigo de la barbaridad que se ha hecho con su entorno y que nos está diciendo que antes estaba en alto y ahora se encuentra en un hoyo.
La barriada de San Gregorio y Ángel Ganivet sigue con sus problemas. Quizás nunca se debería haber edificado ahí y menos hacer sótanos.

Otro tema es la falta de limpieza de acequias y el allanamiento de bancales que están desviando las salidas del agua hacía las ramblas y las están conduciendo a las tierras de labor. Esto unido a que se les han hecho rebordes a las fincas resultantes, las hazas quedaron ayer convertidas en balsas y el agua rompió y buscó salida por donde pudo.
Nos queda mucho trabajo a todos por hacer para tratar de que la próxima tormenta sea lo menos dañina posible. Para ello no nos olvidemos devolverle al agua su camino y que tiene “las escrituras de propiedad de los cauces desde muchos años antes de que nuestros más lejanos antepasados ocuparan estas tierras”.
Las obras del río están pendientes de pasar su prueba de fuego, debemos recordar que nos hemos comido un par de metros de cada orilla.

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