Continuamente
estamos viendo u oyendo noticias relacionadas con la situación de la
mujer en otras zonas del mundo: que si burka, sumisión al marido,
padre o hermano mayor e incluso hermanos del marido en caso de
quedarse viuda o tener que casarse con alguno de ellos, trato desigual o
vejatorio, etc.
Por
suerte la situación en España ha cambiado, pero los que tanto se
rasgan las vestiduras y critican a los países donde domina una rama
del Islam ultra conservadora, recordarles que hasta no hace mucho,
pocas decenas de años, aquí en España, en Andalucía, en Guadix o
en Polícar, la mujer estaba sometida al marido en todo. No podía
disponer libremente de sus bienes aunque fueran heredados de sus
padres o, en pocos casos con su trabajo fuera de casa. Tenía que tener
autorización de un hombre de su familia, en el orden que he dicho
más arriba, para hacer cualquier cosa relacionada con su propia
vida. Hasta era casada a la fuerza en matrimonios de conveniencia. Yo
los he conocido y sé como han acabado. Unos en separación de
dormitorios, «excepto para cumplir la obligación conyugal con el
marido», otros más públicos en separación y últimamente en
divorcio.
Así
que no nos rasguemos las vestiduras y seamos realistas. Las diversas
religiones monoteístas otorgan a la mujer un papel secundario o casi
de servidumbre hacia el hombre. No hay mujeres sacerdotes en la
Iglesia Católica, por ejemplo. Pero si sirven para hacer los oficios
que los hombres «no pueden hacer».
Diréis:
«a qué viene esto», pues es una simple introducción para dar a
conocer una carta abierta que una accitana, en los años veinte del
siglo pasado dirige al director del periódico El Corregidor del que
ya he hecho referencia en una entrada anterior.
El
papel y la tinta son similares a otros documentos que poseo de esa
fecha. Sospecho quién puede ser la autora, pero no tengo pruebas
para reconocerle la autoría. Sí sé quién no es, cotejando otros
documentos y que están firmados o la letra coincide con
otros de autoría indiscutiblemente probada.
La
carta pide claramente a los «reverendos varones» que dejen de meterse con las
mujeres que quieren llevar la falda un poco más arriba de los
tobillos y es que el integrismo católico era, y ¿es? intransigente
con la mujer.
¿No
actuábamos nosotros los "occidentales" en este tema igual que los
integristas islámicos actuales? Entonces ¿a qué escandalizarnos?
Miremos un poco hacia atrás, o más bien a nuestro alrededor y
veremos casos muy parecidos, aunque sutilmente disimulados.
Tampoco
estoy a favor del feminismo mal entendido o revanchista con el hombre
(varón). Somos iguales, como iguales hemos de ser tratados y también
debemos compartir muchas cosas y no pasar del ultramachismo al
ultrafeminismo. En el punto medio está la virtud, porque nosotros,
los varones de hoy, no somos culpables de lo que hicieron nuestros
antecesores y por ello exigirnos que reparemos «el daño causado».
Aunque más arriba digo que somos iguales, sólo en derechos y deberes, por lo demás somos diferentes, anatómicamente y psicológicamente. Lo primero es evidente lo segundo está probado. En una palabra, somos complementarios y como tal debemos aceptarnos sin que exista la supremacía de uno sobre otro sexo.
Aunque más arriba digo que somos iguales, sólo en derechos y deberes, por lo demás somos diferentes, anatómicamente y psicológicamente. Lo primero es evidente lo segundo está probado. En una palabra, somos complementarios y como tal debemos aceptarnos sin que exista la supremacía de uno sobre otro sexo.
Transcribo
la carta y que cada cual piense lo que quiera, pues «para eso
nacemos libres» aunque, aún, algún sector de la sociedad nos quiera
hacer creer que ellos están en posesión de la verdad. Pero la
verdad es la suma de la tuya, de la mía y de la de los demás, pues
la misma cosa se ve de forma diferente dependiendo del ángulo de
donde se mire. Os dejo con la carta, aunque confieso que hay trozos
que no entiendo.
La
línea séptima está corregida por otra persona. Transcribo las dos
y algunas otras correcciones hechas por esa otra mano. Desconozco si
fue publicada. No tengo a mi alcance más medios para comprobarlo.
Carta
abierta
«Por
favor os lo ruega, reverendos varones una chica accitana, si queréis
de rodillas.
No
pedidme más tela, no escribid más sermones y dejadme [que] sin
trabas mostrar las pantorrillas.
Mi
papá caballero modelado a la antigua, amante de lo añejo, del viejo
polisón que luchó como héroe en la ………. [si conoce sus
gustos, querrá que una estantigua] pasee de su bracero ¿brazo? esta
coronación.
Ya
que Dios nos lo ha dado me parece locura atentar a las obras del
prepotente Ser, ocultando con trapos, lo que el hombre procura
conocer ante todo, cuando ve a una mujer. Por qué señores míos,
nos vuelven atrayentes causando gran revuelo e inmensa sensación el
lucir unas piernas con medias transparentes de seda, o por lo menos
de [bonito] modesto algodón.
Y
si la moda manda (y es una moda amarga) que vuelvan como antaño las
niñas tobilleras.
Por
favor lo ruego, dejad la ropa larga hasta el funesto día, sigamos
rodilleras. Callad vuestros sermones por favor os lo ruego.»
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