Un año especial.
He corrido durante muchos años con Cascamorras, unas veces fotografiando y otras como uno más, por aquello de disfrutar de la carrera, aunque con cámara y sin ella mi integración en la fiesta ha sido total. Mi equipo fotográfico tiene marcas de ocre, azul y almagra pese a la protección que artesanalmente le hago.
Ahora ya sólo “paseo” junto a Juan y algún otro más, evitando, como veteranos que somos, el que nos caiga agua, aunque siempre acabamos pintados.
Quiero agradecer a todos los que han encarnado la figura de Cascamorras y a su “guardia pretoriana” desde José Villalba hasta José Antonio Escudero las facilidades que me han dado para poder captar las imágenes de la fiesta desde dentro, lo que no evitó que un año estuviera bastante tiempo con un moretón que me hizo la porra, hábilmente manejada por Cascamorras, en aquella parte donde la espalda pierde su honesto nombre.
No he faltado casi ningún año. Cuando residía fuera de Guadix a las tres de la tarde cargaba mi coche con la familia y nos presentábamos aquí dispuestos a correr a Cascamorras. En algunas ocasiones me acompañaron mis hijas y mis sobrinos.
Hubo un año especial ¿1999? Fue el que corrimos bajo la presión que suponía el que nos habían alterado el recorrido y prohibido el paso por la Plaza de las Palomas.
Fuimos pocos los que despedimos a Cascamorras el 5 de septiembre. Pasamos por la plaza bajo la mirada atenta del alcalde de turno que nos contemplaba desde un balcón del casino según nos dijeron después.
El día 9 ya éramos bastantes más los que estábamos en la Estación, incluso muchos no habituales en ese lugar. Estábamos dispuestos a pasar por la Plaza. Nos juramentamos allí mismo para cumplir nuestro propósito. Esperábamos que la calle Magistral Domínguez estuviese cerrada con chapas metálicas como las que cierran las otras entradas los días de feria por lo que trataríamos de entrar por otro lugar, pero teníamos claro que no íbamos a aceptar esa cacicada. Una avanzadilla inspeccionó el terreno y decidimos hacer el recorrido habitual al estar el acceso cortado sólo por unas vallas de las obras y una cinta blanca y roja. Además estaba custodiada sólo por un guardia municipal de uniforme y otro de paisano.
Subimos la calle Ancha hasta el caño de Santiago allí uno de nosotros, previamente designado, cogió la bandera, era la señal convenida. Yo, personalmente, hablé con los guardias diciéndoles que íbamos a pasar por allí a lo que me respondieron que el alcalde había prohibido que pasáramos. Les contesté que no trataran de impedírnoslo porque ya estaba acordado y éramos muchos contra dos, por lo que al de paisano le aconsejé que retirara la moto no oficial en la que iba para que los corredores no sufrieran ningún percance, cosa que así hizo. El de uniforme quedó allí y ya no sé que pasó de él pues entré en la plaza de los primeros junto a mi sobrino Alex. Pasamos sin manchar nada, sólo lo imprescindible.
Juan y la ambulancia siguieron por el camino indicado desde el Ayuntamiento.
Terminamos el recorrido sin más contratiempo y fuimos a hidratarnos por dentro en el bar de Modesto con unas cuantas litronas. Éramos cinco o seis. Comentamos las incidencias y esperábamos a la guardia municipal que andaría buscándonos como cabecillas de aquella “rebelión”. No fue así y nos despedimos hasta dentro de un rato en el cuerpo de guardia donde seguramente y uno a uno nos irían llevando, ya lavados, los agentes de la autoridad.
Nada se hizo contra nosotros aquel día, pero otros sufrieron las consecuencias sin haber intervenido para nada en aquella “conjura”. Pero eso ya es otra historia.
Guadix 21 de julio de 2011.
Publicado en la revista "El Cascamorras es de todos" Año 2011
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